En el verano de 1674, en la ciudad de Delft, Antoni van Leeuwenhoek descubrió, mirando a través de una minúscula lente, el mundo microscópico. Al mismo tiempo, en la buhardilla de una casa cercana, Johannes Vermeer empleaba otro instrumento óptico―una cámara oscura―para experimentar con la luz y crear así las pinturas más luminosas que el mundo ha contemplado. A partir de entonces, los avances de la física, la astronomía, la química y la anatomía abrieron paso a la ciencia moderna, transformando nuestra visión del mundo y la manera de reflejarlo. Una extraordinaria revolución que Laura J. Snyder narra con exquisita sensibilidad: la búsqueda del conocimiento a través de la mirada y la vida de dos hombres que, probablemente, nunca llegaron a conocerse.
"Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota: Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen: 'Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro'. El estudiante había respondido: 'lleve el barómetro a la azotea del edificio y le até una cuerda muy larga. Lo descolgué hasta la base del edificio, marqué y medi la longitud de la cuerda . La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio' . Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta...
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